Después de los descubrimientos científicos y geográficos de los siglos XVI y XVII, la concepción medieval del mundo se derrumbó. Sobre sus escombros se construyeron dos visiones, al parecer opuestas, pero a su vez complementarias. ¿Contradictorias? Depende del punto de vista, más bien hablan de cosas distintas: el empirismo y el racionalismo. Los primeros trataron de basar la filosofía en la experiencia, mientras que los segundos en la razón. Tal parece que los filósofos del primer bando, eran científicos de lo que ahora se llaman ciencias suaves (biología, medicina), y los segundos, de las llamadas ciencias duras (física, matemáticas). Es claro que los primeros se tenían que valer primero en la experiencia y los segundos primero en la razón, pero una no excluye a la otra. De hecho se necesitan mutuamente. (Carlos Gershenson)
La revolución científica comenzó en el siglo XV con la introducción del heliocentrismo como explicación astronómica. Esta teoría puso de manifiesto el hecho de que, si bien los sentidos “observan” determinados fenómenos, es la razón la que aporta la explicación última del fenómeno en cuestión. Así, el movimiento del Sol en torno a la Tierra, que aparentemente se observa, se explica, sin embargo, por un sistema heliocéntrico (colocando al Sol en el centro y en reposo) más sencillamente que por el sistema geocéntrico.
Como consecuencia, en los siglos XVI y XVII la ciencia, y especialmente la filosofía, se planteó un problema en torno al conocimiento en general y en torno al método científico. Además, en estos siglos se produjo en la ciencia un enorme avance, que culminó en el siglo XVII con dos importantes consecuencias:
a) El cálculo infinitesimal. Obra del gran matemático y filósofo Wilhelm Leibniz y del físico Isaac Newton. Ambos científicos llegaron al mismo descubrimiento y durante su vida se disputaron la paternidad del hallazgo.
b) La geometría analítica de René Descartes. Tanto la geometría analítica como el cálculo infinitesimal constituyeron un enorme avance para la matemática, que se aplicó como auxiliar e instrumento para las otras ciencias, adquiriendo éstas también un gran desarrollo. Así, la matemática se convirtió en esos momentos en ciencia modelo respecto de las demás por sus condiciones de exactitud y rigor.
La filosofía, por lo tanto, se cuestionó en esos momentos el problema del método, es decir, el camino a seguir para alcanzar el rigor al que había llegado la matemática.
La revolución científica comenzó en el siglo XV con la introducción del heliocentrismo como explicación astronómica. Esta teoría puso de manifiesto el hecho de que, si bien los sentidos “observan” determinados fenómenos, es la razón la que aporta la explicación última del fenómeno en cuestión. Así, el movimiento del Sol en torno a la Tierra, que aparentemente se observa, se explica, sin embargo, por un sistema heliocéntrico (colocando al Sol en el centro y en reposo) más sencillamente que por el sistema geocéntrico.
Como consecuencia, en los siglos XVI y XVII la ciencia, y especialmente la filosofía, se planteó un problema en torno al conocimiento en general y en torno al método científico. Además, en estos siglos se produjo en la ciencia un enorme avance, que culminó en el siglo XVII con dos importantes consecuencias:
a) El cálculo infinitesimal. Obra del gran matemático y filósofo Wilhelm Leibniz y del físico Isaac Newton. Ambos científicos llegaron al mismo descubrimiento y durante su vida se disputaron la paternidad del hallazgo.
b) La geometría analítica de René Descartes. Tanto la geometría analítica como el cálculo infinitesimal constituyeron un enorme avance para la matemática, que se aplicó como auxiliar e instrumento para las otras ciencias, adquiriendo éstas también un gran desarrollo. Así, la matemática se convirtió en esos momentos en ciencia modelo respecto de las demás por sus condiciones de exactitud y rigor.
La filosofía, por lo tanto, se cuestionó en esos momentos el problema del método, es decir, el camino a seguir para alcanzar el rigor al que había llegado la matemática.
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